https://tn.com.ar/sociedad/2022/12/11/la-historia-de-susana-la-abuela-que-escribe-cuentos-con-sus-nietos-vivo-en-un-mundo-de-fantasia-como-ellos/

Mauricio, el amigo de don Ramón ya fallecido, descubre un segundo acertijo a resolver y en esta ocasión, el mismo conducirá a toda la familia a tocar la puerta de una desagradable curandera. ¿Lograrán aclarar el misterio que el anciano les ha dejado?

En 1951 Lola decide acompañar a sus padres hasta el hotel El Sosneado ubicado en un sitio desolado en medio de los Andes argentinos.

Hija única, a sus casi treinta años Lola es una muchacha muy apegada a sus padres, poco sociable y quien jamás ha tenido novio; por eso no imagina que al llegar al hotel, un inesperado accidente le permitirá conocer a Guaname, el misterioso nativo puelche, quien sacudirá hasta sus fibras más íntimas y le despertará una pasión arrolladora.

En ese ambiente majestuoso, rodeados de imponentes montañas con sus picos nevados, al tiempo que Princesa y Goliat –la yegua de Lola y el padrillo de Guaname– se dispensan las más estrechas demostraciones de aceptación sexual, la muchacha y el nativo se entremezclan en las emociones de un amor incontrolable.

¿Permitirá Hanaxumuc, el poderoso cacique puelche, que los enamorados continúen encontrándose, arriesgando con ello el anonimato de su tribu?

En un laberinto de historias, cada cual más determinante que la otra, el amor entre los yeguarizos y los humanos lucha por mantenerse unido.

Los autores hablan de su libro

En el 2009 asistí a la presentación de este hermoso libro juvenil escrito por nuestra querida Virginia Carreño.

Ayer solo recordaba que su protagonista se llamaba algo como Paniagua. Al encontrarlo descubrí que no estaba tan errada, era Pancaldo.

Si dan con algún ejemplar, léanlo. Vale la pena. Lástima que ya había publicado Y los Dioses Atropellaron, porque trata de un incidente situado en esa historia y sin duda lo hubiera incluido

Durante la Edad Media era frecuente entre las clases nobles dormir desnudos, aunque curiosamente, permanecían con la cabeza cubierta. El tradicional bonete permitía conservar la cabeza caliente y también mantenía los pabellones de las orejas protegidos de los numerosos insectos domésticos que hacían de los lechos un idóneo vector de infestación. Los sueños podían verse perfectamente interrumpidos por la inesperada presencia de pequeños roedores, musarañas, cucarachas, etc. La presencia de pulgas y chinches se daba por asegurada.

Dormir acompañado por desconocidos era relativamente frecuente cuando se viajaba y se demandaba hospedaje. Durante la Edad Media e, incluso, hasta el siglo XVIII, no era extraño utilizar los lechos de esta forma en las fondas y ventas. Dos y hasta tres viajeros podían compartir no sólo cama, sino también las mantas para cubrirse. La poca higiene pública, unida a la más que dudosas condiciones del lecho, la disputa por el espacio sobre el colchón y la abundante población de parásitos en la ropa de cama, podían convertir la noche en un episodio infernal. Todo ello unido al desconocimiento de las intenciones reales del compañero de cama. Por ello no es extraño que muchos viajeros, si no disponían del dinero suficiente para pagar un lecho en exclusiva, preferían dormir en el suelo.

Artículo completo: historia de la cama y el lecho

El vapor América era un verdadero palacio flotante y a fines de 1871 navegaba desde Buenos Aires hacia Montevideo. La mayoría de sus pasajeros iba al país vecino a pasar navidad con sus familiares.

A eso de las dos de la madrugada explotó una de sus calderas y el barco, al ser de madera, se incendió de inmediato.

«Un señor de unos sesenta años acababa de conseguir un salvavidas y ya se iba a arrojar al mar, cuando vio a su lado a una señora joven. El hombre se conmovió y escuchando solo a su corazón se sacó el cinturón de corcho y se lo colocó a la dama diciendo: Señora, usted es demasiado joven para morir; yo ya he vivido bastante».

Este libro de los años 1870 aproximadamente me lo regaló una gran amiga. De él aprendí mucho y hay algunos párrafos que me gustaría compartir con ustedes. El que sigue es muy triste. Luego les contaré otro hermoso. Este es parte de una carta escrita al autor por el doctor José Luro al momento de publicar el libro y donde le cuenta los nuevos acontecimientos:

«La conquista del desierto es, sin lugar a dudas, el hecho más grandioso de nuestra época para la Rep. Argentina, y aquel que más puede enorgullecer al ejército y al país, con toda razón. Cuando en pleno siglo XIX quince mil leguas cuadradas de territorio fértil son arrancadas a la barbarie por la civilización y entregadas a la poderosa acción del capital y la industria, esas dos fuerzas de la época actual, es este un fenómeno cuya importancia debe ser proclamada muy alto y hasta los confines de la tierra para que se sepa de qué es capaz un pueblo joven que triunfa en semejante empresa.»

(Foto extraída de Ciencia Hoy)

Como nieta o bisnieta de aquellos africanos que habían sido traídos forzadamente a estas tierras como esclavos, era negra como la noche y de ojos grandes como dos lunas llenas. Sus vecinos de la Ciudad de Buenos Aires de los años 1820 (hace casi 200 años) la llamaban la “capitana”, cuando ya anciana y toda arrugada vendía pastelitos en la calle. A veces, también pedía limosna. El 6 de julio de 1810 (pocos después del 25 de mayo), María Remedios, que había apoyado la Revolución, se marcha hacia el norte de nuestro país con el Ejército Auxiliar del Perú o Ejército del Norte. ¿Una mujer en el ejército y en 1810? Sí, puede sorprendernos hoy, pero la historia de Remedios fue la de muchas otras mujeres que dejaron sus hogares para pelear por la independencia de la Patria. María Remedios se fue junto a su marido y sus dos hijos que eran soldados de este Ejército. Y el Ejército del Norte tenía como uno de sus jefes a Manuel Belgrano, aquel que dos años después fue el creador de nuestra bandera blanca y celeste. Peleó en lo que hoy es el norte argentino y actual Bolivia contra los españoles que no querían que esos territorios dejaran de pertenecer a los reyes, después de que nosotros ya habíamos decidido el 25 de Mayo de 1810 que no seríamos más su colonia. María Remedios del Valle actuó en tres importantes batallas que libró ese ejército: Salta, Vilcapugio y Ayohuma. Curaba a los heridos de nuestro ejército. Hasta logró escapar de los españoles luego de haber sido herida de bala y tomada como prisionera y volvió al campo de batalla a curar más heridos por la guerra. Manuel Belgrano la premió y le dio el grado de Capitana. Belgrano la llamó entonces La Madre de la Patria y los soldados a quien había cuidado la llamaron así también. Cuando las guerras de Independencia ya habían terminado, María Remedios vuelve a la ciudad de Buenos Aires. Allí, como les contamos, vendía pastelitos y pedía limosna, hasta que el General Viamonte que ya la conocía como la Madre de la Patria, consiguió para ella un sueldo de Capitana. En 1829 es ascendida a sargento mayor (eso es más importante que capitana) El 16 de abril de 1835 Juan Manuel de Rosas, gobernador de la provincia de Buenos Aires, siguiendo el ejemplo de Belgrano, le da otro premio por su valentía: la incorpora al ejército asignándole tareas y un sueldo. María Remedios del Valle, como muestra de su agradecimiento a Don Juan Manuel se coloca su apellido y así queda: Sargenta Mayor María Remedios del Valle Rosas, la negra Madre de la Patria.

artículo completo: http://www.bnm.me.gov.ar › asamblea_xiiiPDf